sábado, 22 de febrero de 2014

Quiero poder odiarte.

Sigo viendo tu fantasma.
El problema de que tuviéramos tantos buenos momentos es que ahora cualquier sitio me trae recuerdos
y sonrío 
hasta que asimilo que no van a volver, 
y se disuelven tanto ellos como mi sonrisa.

Hay amistades que son como esos grandes éxitos que todo el mundo canta y de las que nadie se acuerda al año siguiente.
Y empiezo a pensar que fuimos de esas.
Que cada vez que la escucho se me revuelven las tripas.
Porque no dejábamos de cantarla juntas
hasta que se nos jodió el vinilo
y nunca fuimos de formatos ni relaciones
convencionales.

Y es que en los corazones, como en los alquileres, no se debería echar a nadie sin avisar con antelación.
Y aquí nadie avisó a nadie, pero tampoco nos quejamos.
Cogimos nuestras cosas
y adiós.

Estábamos cansados de tener que esforzarnos en mantener un sentimiento
y a pesar de saber que siempre habíamos sido etapas,
no supimos esperar juntos a que llegara la siguiente.
Y mientras antes echábamos de menos en el hombro del otro
ahora cada uno echa de menos desde su casa.

Y si nos vemos,
apartamos la cara.
No vaya a ser que tus ojos me vuelvan a ahogar.

Una flor puede convertirse en cenizas,
pero unas cenizas no pueden convertirse en flor.
Esa es nuestra historia.

3 comentarios:

  1. Me ha dolido cada frase tanto como él. No sé si felicitarte por la entrada u odiarte por haberme dado ganas de llorar.

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  2. Me lo tomaré a bien de las dos formas, ya es un honor hacer sentir algo con lo que escribes.

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  3. "Una flor puede convertirse en cenizas,
    pero unas cenizas no pueden convertirse en flor."
    Pero siempre pueden llegar a ser el calmante de hambre y sed para otra nueva flor. Por cierto, precioso.

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Escupe.